viernes, 24 de octubre de 2008

Amores perdidos

- No me vas a creer a quién me encontré ayer.
- ¿A quién?
- A Elisa.
- ¿A Elisa?
- Sí, a ella. Fue de casualidad. Yo salía de tomar un café y Elisa estaba por entrar a hacer lo mismo. Primero hubo un par de segundos de mirarnos y después no sabes con cuánta efusividad nos abrazamos. Es que claro, tanto tiempo sin vernos no es poca cosa...
- Pero...
- ...espérame, espérame que te cuente. Nos sentamos y parecíamos dos adolescentes, puro tomarnos de las manos, besarnos, mirarnos, reír y volví a tener la misma sensación de placer y de amor que cuando vivíamos juntos, como si nunca me hubiera abandonado. Yo no iba a dejar pasar la oportunidad así que como a los cinco minutos le pedí perdón por algunas barbaridades que hice en aquel entonces, que bastante tiempo tuve para pensarlas y darme cuenta que estuve mal y no sé si era por la felicidad del encuentro o porque también ella las había pensado pero a cada instante me decía “no importa, no importa, ya pasó”. Y un poco a borbotones empezó a hablar de las suyas y yo...
- Por favor, deja de hablar un momento y escúchame...
- ...pues yo tomé la misma actitud y también le dije que ya no importaban, que nada cambiaría la felicidad de haberla encontrado y además como siempre, con el mismo peinado, igual largo del cabello, esos ojos negros que no dejaban de brillar y suponía que ni un gramo de más ni uno de menos. Para no hacértela muy larga, porque veo que a cada instante quieres decir algo y ya sé que eres muy impaciente, ¿sabes qué hicimos después? Nos fuimos a mi departamento y estuvimos horas haciendo el amor, acariciándonos, besándonos y yo muy educadito porque como sé de su problema de salud cada hora me levantaba de la cama e iba a buscarle un vaso de agua. Después, pero lo que se dice mucho después, decidimos cenar y por supuesto cono hacíamos siempre preparamos juntos la comida...
- Párale tantito y no voy a dejar que me interrumpas porque ...
- ...y además, que para algo era una noche muy especial, cenamos a la luz de velas, con música muy suave y por supuesto con mi gato sentado en su regazo porque ni hace falta decir que en cuanto entramos saltó sobre ella, se ve que la reconoció de inmediato. En fin, que como reencuentro fue muy maravilloso, habrá que ver qué nos espera de ahora en adelante.
- ¿Terminaste? ¿Ya puedo decir algo?
- Lo que quieras, aunque como mi mejor amigo supongo que estarás tan contento como yo.
- Eduardo...
- ¿Qué? Larga, desembucha.
- Elisa murió hace ya dos años.

1 comentario:

Lamas dijo...

Será que me estoy acostumbrando a leerte, pero esta vez ya me imaginaba el final. De todas formas es admirable lo bien que transmites la emoción a través del diálogo.
Un saludo!!