sábado, 16 de agosto de 2008

D5R


Estaba al borde del abismo. A un paso de caer.
A una jugada, mejor dicho.
Además iba a ocurrirme algo por primera vez: me derrotaría una mujer.
Se sabría en todo el mundo, se sabría no tanto porque yo fuera invencible, nadie lo es, sino porque ésta era muy joven.
El ajedrez es un juego edípico, o eléctrico, según quien lo juegue. Hay que derrotar al rey, el padre, en el caso de las mujeres. Y a la dama, que es quien más poder tiene, verbigracia la madre, hay que tomarla.
Ha sido más comúnmente un juego de hombres. Nadie le prohíbe a las mujeres jugar. Eso, desde el siglo pasado, porque antes se decía que no poseían inteligencia como para hacerlo. Pero aún en aquella centuria deliciosa no hubo ni una sola campeona mundial y apenas alguna que otra que llegó a GMI.
Yo vine a México a pasear, a conocerlo. Aunque no sé quién se enteró y pese a que evité a los periodistas no pude negarme a jugar simultáneas. Que además me encantan, para qué voy a mentir. Sólo puse dos condiciones, una que no hubiera niños, menos aún niños genios. La otra, no menores de veinte años. Ya tuve experiencia de jugarlas con adolescentes, que no lo hacían mal, pero a mí no me interesa que me reten porque creen que así iban a sacarse el fantasma del padre castrador que debían tener. No, dije, adultos, o sea de veinte en adelante. Al fin y al cabo, los GMI podemos poner condiciones
Me llamó la atención que la salida de ella fuera P4D. Es tradicional, no tanto como P4R pero tradicional al fin. Nada más que cuando la hizo me miró con ojos de desafío y esa salida no es para alguien desafiante, al contrario, la hace quien es conservador porque se requiere de paciencia para ir movilizando -moviendo- trebejos en busca de aislar –asesinar- las piezas claves del adversario. Yo, en este caso. Hubo algunos grandes maestros soviéticos para quienes era su salida predilecta y pocos de quienes se les enfrentaban se salvaban de perder. Tablas, como mucho.
Además, con esos ojos provocadores que tenía, dudé si aparte de desafiarme no se burlaba. Me incliné a pensarlo en la movida veintidós, porque tenía pegado en el brazo un pequeño papel redondo, blanco, que en letras negras decía “ya te follé”. Supuse que sería española porque es el único país de habla hispana en que se usa follar en vez de coger. Así que demoré algo más de lo que habitúo en hacer mi movida, C7A, riéndome interiormente porque pensé a ver cómo sales de ésta.
Cuando volví frente a ella me di cuenta que había hallado la solución perfecta, D5R, y cuando pensaba qué hacer, ahí, al borde del abismo, a una jugada de que esos ojos azul cielo me derrotasen, dudando si como un caballero tumbar mi rey, la que lo hizo fue ella. Me sorprendió por completo porque tenía la partida prácticamente ganada, así que alcé la vista, le di la mano, la felicité y pasé al siguiente tablero.
Aunque algo no estaba bien en mí. Había perdido concentración. Afortunadamente, como suelo mover rápido, tenía el reloj a mi favor y por creo cuarenta o cincuenta segundos opté por cerrar los ojos. Seguí jugando en otros tableros. Y cuando llegué al de ella seguía ahí parada, frente al suyo, y me volvió a dar la mano. Con un papelito. Que decía “la dama se tumba en la hab 204”.

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