lunes, 7 de julio de 2008

Con perdón

Milagro


La noticia conmocionó al mundo y se difundió más rápido que la velocidad de la luz. En menos de un minuto se tradujo a las cinco mil ochocientas lenguas e idiomas que hay en el planeta y de inmediato comenzaron a caer las Bolsas de Valores, los habitantes de los países pobres que no se mueren de hambre o viven en la miseria compraron dólares o euros y largas filas se formaron en los cajeros automáticos para retirar cuanto efectivo se pudiese: la catástrofe, deben haber pensado muchos, era inminente.
Yo, cuando la oí por la radio, miré el calendario, porque aunque estaba seguro que era 12 de febrero quise comprobar que no fuese 28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes. No, no lo era. La noticia, además, me ponía en una situación comprometida e incómoda. Siempre, así me educaron mis padres y después yo solito, fui un ateo sin piedad. Entonces, a mis sesenta años, no es fácil descubrir que uno ha vivido en el error. Que es mucho peor que vivir fuera del presupuesto, algo que también he hecho. Porque si Dios había muerto, que fue lo que anunciaron, quería decir que antes existió.
Para colmo, no podía tener ninguna duda: escuché en vivo la voz del Papa anunciando la muerte. La voz era un poco desdibujada, no supe si por la emoción de que murió a quien él representaba o si por su ya larga vida o, no tengo ninguna prueba pero siempre lo sospeché, porque sentía añoranza de su juventud, cuando admiraba que sus compatriotas incineraban judíos, homosexuales, gitanos y disidentes de todo tipo.
Yo pensé en el desmadre que se armaría. Por ejemplo, aunque no me preocupaba mucho, los dólares tendrían que tener otra leyenda en el reverso. A la inversa, me alegraba que los curas, al quedarse sin trabajo, ya no podrían violar niños en las iglesias ni gozarían de jubilación. No, lo que más me dejó en vilo era, por un lado, qué pasaría con cientos de millones de personas que se quedarían sin quien creían su protección. Por otro, qué problema se le iba a armar a la Academia, porque debería eliminar expresiones como “¡Ay Dios!”, “Dios no lo quiera”, “Primero Dios” y alguna que otra menos frecuente pero no menos elocuente, como “me cago en Dios”. Otro problema sería que ciertas canciones sólo se podrían cantar por la mitad. Por ejemplo, seguirá teniendo valor la que señala “por Dios, la patria y el rey/ murieron nuestros padres”, pero habrá que eliminar la segunda, “por Dios, la patria y el rey/ moriremos nosotros también”.
En mi caso personal resolví que de ninguna manera, cuando me encontrara con algún creyente, lo invitaría a celebrar con cuanto tequila hubiese a nuestro alcance. No, me propuse ser respetuoso del duelo que viviría mucha gente.
Otras cosas que no explicaron y me inquietaron es cómo se enteró Benedicto XVI de la muerte de Dios y en cuáles condiciones se produjo . Porque por lo que sé la que aparece en general es la Virgen y no el creador... oh my god (frase que también pasaría al desuso pero que demuestra ya estaba corrigiendo mi error) del Universo. Además, ¿cómo recibió el anuncio? No creí que fuese en un sueño porque lo anunció a las 16 horas, las de Italia, o sea que en México eran las 9 de la mañana. Aunque también, vaya prejuicioso que soy, quizás se echó una siestita y fue entonces que se enteró. ¿Pero quién se lo dijo? La Virgen o el Espíritu Santo, deduje. Para la otra, saber de qué murió, supuse que en un tiempo se conocería con detalle. Quizás el Papa ya conocía la causa, pero así emocionado como lo oí, a lo mejor se le olvidó explicarla.
O sea, fueron minutos muy alterados, porque esto que escribo fue ya varias horas después, en aquel momento seguía sentado en la silla con estos pensamientos que revoloteaban en mi cabeza. En la radio, además, no sabían bien a bien qué hacer de manera que eligieron dos opciones: pasar música fúnebre unos minutos y en otros analizar el hecho.
Incluso, se notó que fue el único que encontraron, le tomaron declaración al vocero del Arzobispado, que no podía hablar por estar muy conmovido y por las lágrimas que evidentemente caían por sus mejillas.
Fue justamente cuando estaba hablando que le pidieron disculpas por interrumpirlo pero es que desde el balcón en que el Papa había hecho el anuncio tomaba la palabra el secretario de Estado del Vaticano. “Hermanos y hermanas, dijo, el Señor nos ha demostrado otra vez Su poder. Acabamos de comprobar que los tres litros de agua que el Papa debe tomar cada día, hoy fueron convertidos en vino...”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Luis. Excelente cuento. Todavía tengo media sonrisa en la boca tras el final. Con un poco de pulido de estilo, una joyita. Si me permitís una sugerencia, se te fue la mano con lo de quemar judíos. Es mi preferencia personal, marcada por mi deformación profesional. Siempre intento preguntarme qué parte de lo que escribo sirve para aclarar el mensaje que quiero enviar, y esta te sobraba. Pero el ingenio está ahí. Leer tus cuentos es refrescante por la cantidad de ideas que fluye en cada uno. Un abrazo y a seguir!