sábado, 5 de julio de 2008

El huelguista

El huelguista
Yo, como es de público conocimiento, nací a muy temprana edad. Por eso, quizás, la belleza no formó parte de mis iniciales atributos. “Déjelo en la cuna todo el tiempo. No lo levante más que para darle de comer y cambiarlo, luego, vuelva a acostarlo. Así, si en diez días no vuela sabremos que murciélago no es”, le dijo el obstetra a mi madre. Esas palabras no fueron de las que pasan a la posteridad, como las últimas atribuidas a Alfonsina Storni, “lo que mata es la humedad”, no, y a mi progenitora parecieron no importarle, estaba muy orgullosa de su primogénito. Tanto así que cuando cinco días después me depositó en brazos de uno de mis tíos para que me conociera, respondió nada cuando él le preguntó, con cara mezcla de asombro y miedo, “¿qué le pasa?”.
En realidad, sí me pasaba. Era un batido de espanto, rebeldía, protesta y resignación. A mí nadie me preguntó si quería nacer y, según me contaron posteriormente, tuvieron que obligarme a hacerlo. Lo cual demuestra que ahí empezaron las huelgas y que antes de asomar la cabeza ya era muy inteligente, porque ¿para qué diablos salir a este mundo cruel, como dice la canción, medio estúpida porque decirle adiós es suicidarse? Años después leí un libro de Ariel Dorfman en el cual relataba que los niños chilenos hicieron una huelga y estuvieron años en los vientres maternos negándose a asomar siquiera la nariz: ésa, debo confesar, no se me ocurrió. Y lo lamento.
A cambio, por iniciativa propia y no por copiármelas de un libro, hice otras huelgas. La primera fue significativa. Por gestos, porque me negué a hablar. Durante años me mantuve en silencio. Para los demás, conmigo vaya si hablaba y a veces, cuando nadie podía oírme, lo hacía con mi perro, de una lealtad a prueba de balas ya que nunca le dijo a mis padres que con él sí me comunicaba. Aunque perdí, como se pierden huelgas, he tenido experiencias en ambos sentidos: tuve que hablar ante la amenaza de mandarme a una escuela para mudos.
Hice muchas otras hasta llegar a ésta, como no comer verduras; la de no estudiar hasta que no me compraran un telescopio con el cual pude espiar a los vecinos, y en especial a las vecinas; negarme a ir a comer a casa de mis abuelos, a la cual me llevaban a rastras pero de todas maneras no comía nada; y, ya de grande, la mejor de todas, la que más satisfacciones me produjo, por ningún motivo tener novias de mi edad. Entre los dieciséis y los trenta las hubo de todas clases, estados civiles y edades pero ninguna que no me llevara menos de diez años y alguna que otra superó los veinticinco de diferencia.
En realidad ésa también la perdí, o más bien, más que perderla resolví terminarla yo mismo, porque cuando pensé que ya tenía edad para casarme no me iba a buscar una cuarentona o una cincuentona, así que elegí a una de veintidós, muy bonita y con inteligencia y simpatía de sobra, aunque lo que más le sobraba era dinero, no por ella, que apenas estaba en la universidad, sino porque lo heredó de su abuela y de su madre. Curiosa familia, porque a diferencia de casi todas las demás la lana provenía del lado femenino.
Bueno, a lo que íbamos, esta huelga no estoy seguro de que pueda ganarla o si la perderé. Quizás sería mejor negociar. Pero negociar tiene siempre un peligro, que como uno en algo tiene que ceder, si no, qué clase de negociación sería, el otro puede creer que es por debilidad, hacerse más fuerte y acorralarme hasta casi asfixiarme, como también alguna vez me pasó. ¿O de dónde creen que tengo tanta experiencia? En fin, después de siete años de casados podría aceptar tener algún trabajito, aunque sea de dos horas, a ver si con eso mi esposa se conforma. Digamos que sería un empate.

1 comentario:

Lamas dijo...

Hola Luis.
Es la primera vez que leo tu blog y , francamente, espero que sigas escribiendo porque me ha gustado mucho.
Me pregunto si son relatos autobiográficos o meros alardes de imaginación. Sea lo que sea me gusta leerte.
La originalidad de "el huelguista", la pintura hecha con palabras de "Única", pero sobre todo me ha dejado impresionada "Adiós, mamá".
Adoro los finales sorprendentes!

Felicidades! y un saludo!