domingo, 13 de julio de 2008

Sueños a la medida

Sueños a la medida

Debo confesar que cuando me contó sobre su forma de hallar la felicidad creí que era una broma, una fantasía o uno de esos delirios que en ocasiones todos tenemos y no imaginé... no, esto que estoy a punto de hacer, si es que lo hago, era inimaginable.
Hablamos largo rato aquella tarde del jueves pasado, las conversaciones típicas de dos amigos con meses de no verse y que tuvieron el tino de encontrarse fortuitamente en la calle. Sentados uno frente a otro nos relatamos sueños, desamores, realidades y frustraciones futboleras, orgullos y broncas los hijos; además, por supuesto, de hablar pestes de nuestros respectivos jefes, el mío de un estudio de arquitectura que cree que sólo él es capaz de tener ideas geniales y el suyo, según me dijo, un cirujano que piensa es el único que tiene manos de seda y las de los demás son como de carpinteros.
- No sé si es por la alegría de conversar contigo, porque ya voy por el segundo tequila o porque es verdad pero debo decirte, Carlos, que te ves muy bien, le señalé.
- Gracias. Pero aún no sabes el porqué.
- A ver, desembucha, ¿a cuál vieja te ligaste?
- Mira, no es exactamente un ligue; ligue, lo que se dice ligue, no lo es, pero tengo a Jennifer López.
- ¿Y quién es Jennifer López?
- ¿Cómo que quién es? La actriz, la puertorriqueña.
- ¡No inventes! ¡No me vas a decir que ese pedazo de mujer pela a alguien como nosotros!
- Como nosotros no, como yo, porque para algo gasté bastante en ella. Y tampoco tanto lo de pedazo de mujer, por delante está más o menos, de cara y de todo lo demás, pero ¡qué retaguardia! ¡Majestuoso, imponente, sublime!
En eso sí que coincidí. Es más, confieso que hasta envidia le tuve porque no debe haber hombre de entre doce y sesenta años que no haya soñado con tener ese trasero a su disposición. De manera que, con algo de morbo, empecé a pedirle a Carlos detalles de todo, entre otras cosas para ver si estaba haciendo quedar bien a la raza. Cuando me contó que está con ella tres noches por semana porque más no pudo pagar, tuve un momento de duda. Es verdad que nunca leo esas revistas que traen vida y obra de los artistas y rara vez presto atención a la sección de espectáculos del periódico pero nunca había oído ni leído que aquélla se acostara con cualquiera, ya que así somos nosotros, cualquiera. A además, si más no pudo pagar quería decir que le pagaba y supuse que con tanta fama que tiene esa mujer debía cobrar mucho por un acostón, ¿y de dónde tenía Carlos tanta lana?
- No, me temo que no entiendes y es lógico porque no te lo expliqué bien. Formalmente no estoy con ella, lo único que hice fue garantizarme que tres noches por semana sueño con Jennifer. Y no te garantizan qué vas a soñar, no, eso es cosa de cada uno, lo único asegurado es esa cuestión, la de las tres veces por semana.
- Ahora entiendo menos. ¿Qué pagaste, quién te lo garantiza?
- Me envió un amigo, que había elegido ser jefe de Recursos Humanos de su empresa para poder sacarse el gusto de echar a medio mundo. Fui, con desconfianza pero fui. Y en “Onirismo S.A. ” ellos te garantizan que puedes soñar con determinada persona o cosa. Hay varios planes y cada uno cuesta distinto. Por ejemplo, si tú quieres algo diferente para cada noche es más caro pero si alguna la repites una o dos veces por semana es más barato. Lo mismo si eliges un sólo objeto de sueño: hay planes de una, dos y hasta todas las noches de la semana. Yo, cuando fui, ya había pensado que si me lanzaba a hacer esa aventura elegiría a la Jennifer y me decidí por tres veces semanales por dos motivos: el primero y más importante porque más no podía pagar; y segundo porque ellos me garantizaron que soñaría con ella pero no qué iba a soñar, así que me dije hagamos la prueba por un mes, porque imagínate que soñaba que ambos paseábamos a su perro, bueno, eso suponiendo que tuviera uno, no tendría ninguna gracia. Por suerte no fue el caso, han sido a cual mejor cada noche. Y qué quieres que te diga, no hay punto de comparación entre soñar con ella o con el jefe o mi esposa o gente así. Seleccioné martes, jueves y lunes porque no quise ni viernes, sábado o domingo, te imaginarás por qué, son los días que me duermo cansado y satisfecho porque cumplo con mi mujer. Una delicia varias de las cosas que hemos hecho con Jennifer. Por lo que se ve, porque sabrás que los sueños son sólo eso, imágenes, no hay diálogos...
- ¿Cómo que no hay diálogos? Yo he tenido varios en los que sí los hubo.
- No, los diálogos los pone el cerebro para justificar la imagen que soñaste o al revés, primero piensas los diálogos y en base a ellos sueñas las imágenes. Bueno, en lo que estaba, por lo que se ve ella está encantada conmigo. Al principio tuvo algo de desconfianza, debo aclararte, pero ya los sueños de las últimas dos semanas han sido muy... cómo decirte... ¿íntimos?... no, íntimos fueron la mayoría, no, como de mucha identificación. El del martes pasado comenzó con ella corriendo hacia mí y diciendo “¡por fin, por fin! ¡Creí que hoy no aparecerías!”.
Yo no sabía qué decir. Mis sensaciones y pensamientos cruzaban a tal velocidad que creí no lograría retener todos. Nunca imaginé que uno podría soñar con lo que quisiera, si eso era verdad, y por el entusiasmo con que Carlos hablaba parecía que lo era, todos podríamos garantizarnos no volver a tener pesadillas o gozar mientras dormimos con la muerte de algún enemigo o con que América lograse un campeonato.
- No, como comprenderás, me explicó Carlos, ni de casualidad te dicen cómo lo hacen. A mí me pusieron una especie de casco metálico en la cabeza y más no supe porque me hicieron dormir. No, hipnosis creo que no fue, pero como a la media hora me despertaron y me dijeron ya está, no le garantizamos cuando será el primer sueño, puede no ser necesariamente hoy porque es un proceso lento y cada persona reacciona de distinta manera, pero a más tardar mañana en la noche soñará con lo que eligió. ¿Y qué crees? Así fue, hasta el día siguiente. Bueno, en la noche siguiente, más bien. Porque me faltó aclararte eso, son sueños para las noches, no, por ejemplo, si te echas una siesta. Además, te confieso que eso no lo garantizaban ni sé qué les pasa a otros, pero nada de que te despiertas y te pones a pensar lástima que fue un sueño o por qué no se hará realidad, no, me quedo todo el día con una sensación de placer como recuerdo haber tenido pocas veces. Todo ha sido tan delicioso que ahora estoy en duda, no sé si pagar otro mes más con ella, porque la semana que viene se cumplen los treinta días, o ya de plano elegir otra cosa u otra persona. Tengo algo de temor de dos cuestiones: una, que mi Jennifer se vuelva una adicción y me pase la vida pagando mes tras mes; y la otra es al revés, elegir alguien o algo distinto y extrañarla ¿Cómo la ves? ¿Qué debería hacer?
Noté, aunque no comenté nada, que dijo mi Jennifer. ¿Realmente se vivirán con tanta intensidad esos sueños que ya la considera suya? Y medité bastante la respuesta. Porque no era un dilema fácil de resolver. Aunque era imposible que pudiese aconsejarle bien por la sencilla razón de que no era yo quien había soñado y porque Carlos, no sé si por muy discreto o vergonzoso, no había dado mayores detalles de qué había soñado o hecho en sueños con ella. Así que, habiéndole advertido eso, le dije yo creo que elegiría otra persona, siempre tienes la posibilidad de pasártela aún mejor y, en el peor de los casos, si prefieres a Jennifer López, pues al otro mes vuelves a ella. Eso es cierto, respondió, ya lo había pensado, pero ¿qué pasa si la mujer se ofende en ese mes en que no la visito y ya después no vuelve a ser la misma conmigo? Quedamos en que lo pensaría y como al fin y al cabo todavía le faltaba una semana para decidir, si se me ocurría una buena respuesta lo llamaría por teléfono para decírsela y que la comentáramos.
Desde que nos despedimos aquella tarde estuve tres días pensando si hacer o no lo mismo que Carlos y, si lo hacía, con qué o quién elegir soñar. Porque según me explicó hay libertad casi total de elegir lo que uno quiera, las excepciones son pornografía infantil, sexo con animales, asesinatos o delitos violentos de todo tipo y ser inmortal o Dios. Eso me pareció bien. Las primeras porque son asquerosas y la última porque si uno soñase con ser Dios con qué ánimo enfrentaría al día siguiente, cuando comprobase que lo otro sólo había sido un sueño. Así se deben sentir los Presidentes mexicanos cuando dejan de serlo. Pero viernes, sábado y domingo no le presté atención a nada ni a nadie y casi lo único que hice fue pensar en el relato de Carlos y si imitarlo o no, aunque no con Jennifer López sino con cualquier otra persona que se me ocurriese.
Primero fui a ver las oficinas, el lunes por la tarde. Bonita la casa, por lo que se veía mientras caminaba por la banqueta de enfrente, en la colonia del Valle, con un cartel no muy grande que en letras negras decía “Onirismo S.A.” y abajo, en escritura más pequeña, “Sueñe con lo que guste”. Aunque seguía en dudas y por eso vine a esta cafetería a tomarme un café y lo primero que pensé es lo que dije al principio, que lo inimaginable era encontrarme aquí dudando. ¿Y si en esa media hora que estoy dormido me introducen algún chip o algo que condicione mi cerebro? ¿Quién me garantiza que luego no puedan hacer conmigo lo que quieran? ¿O simplemente que cause adicción y ese chip haga que todos los meses vuelva a seguir pagándoles? Uno de estos tres días le pregunté a mi mujer qué soñaría si pudiera elegir con qué soñar y me respondió ser la esposa de Carlos Slim. Él es viudo, le dije. Ah, entonces no, la de algún otro como él. Me pareció una idiotez, la verdad, porque eso de ser la mujer del segundo hombre más rico del mundo y el mexicano de más fortuna debe crear muchos problemas. ¿Y yo, si termino el café y voy, qué elijo? Tendría que ser algo que escape absolutamente a lo real porque esos son los sueños que valen la pena, lo que a uno nunca le pasaría en la vida. Porque soñar con que América gane un campeonato lo disfrutaría pero eso va a ocurrir en la realidad, antes o después. Más bien después, parece. Debería revisar mis propios sueños, los que me acuerde, y mis fantasías, a ver qué hay que sea lo más imposible y pedir soñar con eso. También seguía dándome vueltas en la cabeza aquella expresión de Carlos de mi Jennifer, decididamente él gozaba cada sueño como si fuese una realidad y eso me resultaba muy pero muy atractivo aunque también debo confesar que un poco me atemorizaba, porque evidentemente cometer un error en la elección podía resultar catastrófico
- Buenos días, ¿en qué puedo servirle?
- Vengo a contratar sueños.
- Ah, bien, aquí tiene los planes y llene esta forma con todos sus datos completos.
La sala en la que me atendieron era más o menos amplia, muy bien iluminada y con sillones y sillas, en una de las cuales me senté. Frente a mí y al costado izquierdo había dos fotos, una de un hombre y otra de una mujer, ambos durmiendo con una cara de felicidad que hasta algo de envidia me dio. Me pregunté si así sería la cara de Carlos cuando soñara con su Jennifer.
Fui escribiendo pausadamente nombre, apellido, dirección, teléfono y cuanto dato pedían. Leí detenidamente los planes, las prohibiciones y que debería llenar y firmar una nota deslindando de responsabilidad a la empresa de cualquier incidente de salud que ocurriese durante el proceso. Dejé en blanco la parte en que preguntaba ¿Cuál sueño desea? y también la de la frecuencia requerida y los días elegidos porque, razoné, algunos son de una sola vez, no tendría sentido que soñase dos o tres veces por semana con que gano la lotería. Si seré pendejo, cómo no lo pensé antes, podría poner ese sueño para una sola vez y así ver cómo funciona, además que debe ser barato contratar sólo uno y con un poco de suerte hasta veo y distingo el número y a la mañana siguiente compro ese billete. No, esto no es una cuestión de dinero, si así lo hiciera sería lo mismo que dijo aquélla, ser la esposa de Slim. No, aquí se trata de soñar con lo que uno quisiese que pasase y que nunca va a ocurrir y no con cosas materiales. Porque también existirían otros riesgos, por ejemplo si uno soñase con ser un jarrón chino de alguna de esas antiguas dinastías, que valen fortunas, y luego resulta algún niño lo rompe.
Terminé de rellenar la forma y opté por salir a la calle a fumarme un cigarrillo antes de entregarla. Es que mi vida siempre fue igual, pareciera que en vez de llamarme Rodrigo Fernández me llamara Rodrigo Duda, porque para mí tomar una decisión es tan pero tan dificultoso que hubo varias ocasiones en que, por no decidirme, como se dice vulgarmente se me fue el tren. Menos mal que mi esposa no es así porque si no nuestro hogar sería una catástrofe. Cuando pensé que lo mejor era que nos casáramos di tantas pero tantas vueltas al asunto que un día que íbamos caminando me dijo “ya veo que no me lo puedes proponer así que mejor ni lo hagas, yo te doy el sí y se acabó. ¿Quieres que también elija la fecha?”.
Eso debería haber elegido y no lo que elegí, ser un hombre que dude menos, mejor dicho, que no dude nunca. Bonito sueño el que seleccionó, dijo la recepcionistas cuando le entregué la forma y leyó “quiero soñar ser como mi secretaria, de 22 años y un cuerpo escultural”.



1 comentario:

Lamas dijo...

Mmmmm... esta vez el final no me ha gustado tanto, pero la historia (tanto ésta como las anteriores) son puros guiones para un corto cinematográfico.

Un saludo!